Es un gran privilegio contarle a otros sobre lo que el Señor está haciendo en nuestras vidas. Durante mi infancia, tuve muchas pérdidas en mi vida que causaron mucho dolor y enojo. Mi padre había muerto sin que yo pudiera conocerlo y mi hermana falleció cuando tenía cinco años. Mi vida era un desastre. A los 11 años, reconocí que necesitaba un salvador y que mi corazón orgulloso y enojado necesitaba el amor de Dios. Fue en ese momento de mi vida cuando confié en Jesús como mi único salvador. Sin embargo, después de eso, no cambié nada en mi vida. Esperaba tener más tranquilidad en mi adolescencia, pero todo seguía desmoronándose. Durante los veranos en el campamento de Palabra de Vida, sin embargo, hubo muchos momentos en los que cada uno de mis consejeros me guió a través de la Palabra de Dios. Fue en una fogata que decidí dedicar mi vida a los 17 años y servir al Señor a tiempo completo. Pasaron muchos años hasta que conocí a mi esposa Yarineth y tuvimos nuestras dos hijas, Idiel y Leah. A los 29 años, el Señor me recordó y me permitió tener de nuevo ese deseo de servicio completo a Él. El Señor permitió que mi familia y yo fuéramos al seminario teológico Seteca en Guatemala. Más tarde, debido a COVID, regresamos a Panamá. Con el deseo de seguir sirviendo, el Señor nos dio una cita con la organización Palabra de Vida, donde vimos una hermosa plataforma para alcanzar a los jóvenes en Panamá y el mundo a través de la formación de líderes y un asesoramiento bíblico intencional e integral.